jueves, 23 de octubre de 2008

30 pesotes nomás


Eso fue lo que me costó la entrada a 'Encuentro de Claridades', una obra de teatro en el CCU. Fui sola, y sola escuché todas esas palabras que pensé, que lloré y que viví alguna vez, sola sentí la desesperación infinta de la soledad pasada, sola experimenté el mareo en el oleaje de recuerdos de ella, Carmen, la protagonista; sola sentí el dolor de Andrea, mi amiga, y sola la vi a ella en su solo pasado de su propio dolor y, sola, me enjugué las lágrimas que alguna vez ya me había secado hace meses. Sola salí y caminé frente al nuevo museo sobre la nueva la plaza que me pareció un desierto infinito, ahí, tan grande, tan seca, tan gris, tan muerta, tan plana, tan seria; sentí la oscuridad de la noche empapando mi cuerpo y el frío calador de estos últimos días alaciando mi cabello y abotonando mi chamarra. Sola miré el opaco negro de la noche y, sola, vi en el cielo cuatro estrellas... sí, cuatro fueron las que vi, no más, no menos. Me senté en la helada banca de concreto a esperar el camión para comenzar el camino de vuelta a casa mientras que las miradas de los chicos se detenían en mí como reconociendo que estaba, claro, qué más, sola.

Escuchando Small Blue Thing, recordé varias de las caminatas que he hecho desde que mi madre dejó de llevarme a la escuela al finalizar la primaria sintiéndome libre de vagar a mis anchas por las calles circundantes a las plazas o por aquellas oscuras y solas calles de un nocturno centro histórico. Recordé la única caminata distinta de todas las que hice del metro rumbo a la vocacional en la que, sola, bajo un cielo azul metálico típico del alba, caminaba sobre una singular carpeta de hojas secas, rodeada de una muy tenue neblina, escuchando solo mi respiración y mis pisadas lentas, y recordé cómo pensé en guardar esas imágenes en mi mente, cómo me esforcé por no perder detalle del enrejado vertical a mi derecha, del camellón amplio y las banquetas grises, de los árboles semidesnudos y de las imágenes mates de los edificios detrás de la neblina.

Frotando las manos contra mis muslos para alejar un poco el frío y para recordarme yo estaba ahí conmigo, miré detrás mío y saludé secretamente a los tres árboles esqueléticos que adornan el costado del museo y sonreí al ver el montón de piedras volcánicas ufanamente negras que, como negativos de búlgaros gigantes, nos miraban las espaldas a los que nos congelábamos esperando el camión que no tardó mucho en llegar, subí, dejé la sensibilidad dormida en la banca de espera, me acurruqué en uno de los muchos asientos vacíos y poco a poco fui regresando a mi presente, al circuito universitario, al vendedor de puerquitos de pan del final de la escalera, a la larga fila del pesero, al insoportable ruido de la música a todo volumen de los vendedores de discos, al cancerígeno olor de gasolina dentro de la combi, a las miradas aburridas de los pasajeros propias de un cotidiano día, al tendero de la esquina, a la llave en la cerradura, a la sorisa de los míos, a la cena con la familia, a los ojos de mi perro, a la escalera, a mi mesa, a mi computadora, a mis correos, a aquí... y todo por 30 pesotes.

6 comentarios:

Andrea GC dijo...

Me acuerdo de esa sensacion... salir del teatro... con todas esas lágrimas contenidas. No es que me contenga muy a menudo, es que esa vez que sali del teatro senti que solo me quedaban las reminiscencias de las lagrimas de antaño... esas reminiscencias que se niegan a salir por no dejarme abandonada. Recuerdo haber sentido una tormenta en mi interior. Se me revolvieron tambien las tripas, se me revolvio el alma. Yo era Carmen. Tu eras Carmen. Todas las mujeres de este mundito falso de intelectuales forzadas eramos Carmen... Todas viendo partir a Phillippe. La misma pinche historia, como si estuviera de moda. ¡Carajo! ¿de verdad es esta la vida que queremos vivir? ¿no era mejor, mas simple y feliz la vida de nuestras abuelas, de nuestras madres que no se casaban con intelectuales huidizos y que se entregaban totalmente a la vida familiar? ... ¿no seria mas sencillo elegir al amor por sobre las obligaciones?
Un beso amiga

Anónimo dijo...

Muchas veces me pasó, al salir del cine, también, sola, luego de verme en la pantalla en otro cuerpo con otro nombre y otros ojos, pero siendo yo, la protagonista exhibida ante los ojos de todos, sin que todos lo supieran (por suerte), y luego salir e ir volviendo poco a poco al mundo real, saliendo de la pantalla poco a poco, tomando nuevamente un volumen, volviendo a mi tamaño natural, borrando el maquillaje y quitandome el vestuario, el micrófono, el peinado, dejando mi guion de lado y aspirando aquel humo cancerígeno que me llevaba hasta mi casa, mi cama, mi perro, mi vaso de leche, el chat, Lety, Luis ...

Anónimo dijo...

hola leti

Con la tension emocional que me causa tu post, y la pregunta acompañada con incertidumbre ¿quien es phillip? ¿quien es carmen? pero Andrea lo resume perfectamente, carmen esta en la calle, en todos lados, a todas horas...

Hasta en esos asientos vacios de los autobuses, carmen esta ahi, por que viajar de ida o de vuelta trae a la mente a esa persona que deberia ocupar ese pinche asiento vacio de nuestras vidas.

un abrazo fuerte
LUIS

Leticia dijo...

Decía Sabato que un problema matemático -o afín- no sería jamás tan complicado como aprender a sobrevivir en el mundo tan poco lineal de la 'vida real'... ¿Será?

Abrazo con bubulubu, amigui! =)

Leticia dijo...

...Y ver cómo aparecía la ventanita junto con el 'ding': 'Gabriela está ahora conectada', y saludar, abrazar y besar con emoticones, contarnos los pormenores del día, los chismes, reír a carcajadas, hacer planes para la filmación del otro día y quedar en vernos -como siempre- en la salida C de la terminal del aeropuerto, junto a la fuente de los coyotes, dirección indios verdes, justo en la sección de revistas del sanborns de contreras a las 2:17 am... sin falta. =)

Leticia dijo...

A veces el asiento vacío a tu lado derecho te obliga a mirar a tu lado izquierdo y te topas con él, con tu reflejo en el vidrio de la ventana del camión que te dice que no estás tan solo, que Carmen o Phillip o todos los nombres del mundo no son sino cachitos de ti mismo salpicados en otras caras, en otro cuerpo...
Un abrazo, amigo!