sábado, 9 de octubre de 2010

De fondo

Me gusta que el fondo sea negro, porque en el fondo, parece espejo

Liniiiiiiii!!!


Esto me recuerda algo que publiqué hace unas entradas atrás :-O

lunes, 4 de octubre de 2010

Detalles

No me había dado cuenta de que el significado de estas dos palabras tiene cierto parecido



Muro y Pared



Caí en la cuenta de lo mucho que se parecen estando recostada en mi cama viendo la ventana (¿o al infinito?) y acordándome de que hace un tiempo me admiraba de ver una pared bellísima, robusta, amplia, tan amplia que aún separada de ella una buena distancia, debía girar la cabeza de lado a lado para ver sus extremos.


Es una pared decorada con formas colocadas en perfecta armonía, geometría deliciosa acomodada al ritmo de una pieza musical, y colores escogidos con cuidado quizá por una mano exquisita. Una pared toda ella muy digna de verse.


Podría haber estado así años, enajenada mirando los detalles de las líneas y colores, las vueltas, los ángulos, el punto preciso, la gota accidental, el trazo veloz y furioso, los oscuros y los claros, los sepia y los pardos, los cálidos y los fríos. Además, por si fuera poco, sobre ella no solo había líneas: había texturas, tenía cuadros y varios textos. Sí, podría parecer demasiado sobrecargado, muy barroco para una sola pared aunque su área fuera inconmensurable, podría parecer demasiado para una imaginación estándar, ordinaria como la mía, sin embargo, de alguna forma los cuadros quedaban bien: encajaban cuidadosamente en la composición, y las texturas que sobre ella yacían le daban una sensación al tacto que podría parecerse a cierta excitación sexual: un cosquilleo en los dedos hacía innegable cierta satisfacción, cierta inquietud por seguir explorando. A veces pasaba la palma de la mano extendida sobre su superficie solo para tratar de captar más área y sentir con mayor ambición todo aquello asequible al tacto, como cuando te metes a la boca una enorme cucharada de yogur porque quieres que el sabor te invada toda la boca. Así eran sus texturas, difícil describir el detalle microscópico de cada pliegue, gránulo o surco, solo recuerdo que el conjunto provocaba ganas de arroparse con su superficie, doblarla como si se tratase de una cobija y hacerse un taquito bien ajustado dentro de ella.


Por otro lado, los cuadros aquellos yo los veía como accesorios: no eran parte de la pared propiamente, pero, de alguna forma obligada, eran importantes para el conjunto; quizá porque no eran la pared propiamente, sino que eran de la pared, pertenecían a ella, como cuando uno hace suyas ciertas cosas materiales. Los cuadros eran peculiares, no eran necesariamente rectangulares ni eran definitivos. A veces se encimaban uno sobre otro suplantando los pasados como si se tratase de nuevos gobernantes edificando sobre ruinas de los anteriores; pero ninguno quedaba oculto por el nuevo, todos se dejaban ver, y todos formaban parte del presente. Unos cuadros tenían forma rectangular, los más pequeños, pero otros, los más, tenían formas caprichosas, extravagantes, una cantidad numerosa de marcos estaban formados por trozos de otros marcos provenientes de otros lados, había marcos hechos de marcos que estaban hechos de marcos que estaban hechos de marcos... Ajá... Como un collage-fractal. Cada marco albergaba un cuadro realizado con detalle y conciencia quizá por aquella misma mano exquisita. Siempre creí que los cuadros habían sido elegidos por la pared de forma correcta para hacerlos motivo de su decoración.


Había textos, ya lo dije, estos, como toda la pared, eran textos diversos, se les encontraba de vez en cuando, un día perdido entre muchos se dejaban ver, aparecían incrustados sobre ella en diversas formas, a veces como dibujados por un meticuloso calígrafo, con letras claras, fáciles de leer; otras como si se hubieran escrito al pasar, otras no tan pretenciosas en las que encontraba, a mi entender, parte de su historia. Nunca supe si era ella la creadora de esos textos o si otra mano los había colocado ahí. A veces sentía que era su forma de expresarse, pero era difícil saberlo.


En conjunto, todo estaba colocado con sumo cuidado sobre ella para lucir como debía: Atrayente, embriagante, hipnotizante. Lo que sigue es un tanto difícil de explicar: ella era cálida. Lo raro, claro, era que no le daba el Sol, pero seguro tendría que ver con el material del que estaba construida, si te arrimabas mucho a ella, no pasabas frío.


Hablando de los colores, estaban tan bien elegidos y colocados que a veces me daba la impresión de que tenían luz propia, incluso a veces me imaginaba ver incrustadas en ella secciones translúcidas, como cuando miras a través de un espejo empañado, o un vidrio esmerilado... pero más bello.


Sí, era una pared muy linda. Y la vi con mis ojos, no miento. Puedo jurarlo con la mano sobre mi corazón. Fueron visiones casi sobrenaturales, difícil de describirlas con palabras mundanas. La encontré por casualidad mientras caminaba por ahí, entre calles ordinarias, con bardas, ventanas, niños corriendo tras una pelota, edificios de varios pisos, señoras que vienen del mercado cargando sus bolsas, con sus mejillas rojas por el calor o el frío de cualquier día del año. La descubrí un día como cualquier otro, o quizá no como cualquier otro, esta vez creo que estaba prestando más atención al camino o ¿quizá caminaba por otras calles? Creo que sí, creo que di vuelta en aquel callejón que está en la esquina donde siempre duerme el Güero, el perro que es el dueño y señor de las calles de acá.


Y, sí, es claro, la vi y me volví adicta a ella, iba seguido a verla, era interesante observar los detalles de su metamorfosis y preguntarse cómo ocurría todo aquéllo. Fue pasado un tiempo después cuando me animé a tocarla; no fue fácil, porque uno no se anda encontrando ese tipo de cosas por ahí todos los días. Luego, abrí la boca y todas esas ondas viajando a 300 y feria metros por segundo se estamparon sin piedad sobre aquella superficie de relieves y figurillas y... ¡Oh! ¡Sorpresa! ¡Me fue regalado el milagro de presenciar una de sus muchas metamorfosis!. De pronto imaginé que ese frente de onda había sido muy fuerte y que ese pedazo de superficie había sido muy maleable permitiendo así que la física hiciera lo suyo y modificara la textura; pero no, porque luego susurré cosas y pasó lo mismo, incluso esta vez con más filigrana. Me daba tanta curiosidad todo esto y, como es natural, seguí y seguí yendo a verla, me quedaba sentada horas frente a ella viendo qué había de nuevo esta vez y aquélla y otra más. Le hablaba, le susurraba, le cantaba. ¡Me gustaba tanto mirarla! Aunque eran varias, no me importaban las cuadras que debía caminar para hallarla.


Iba ahí todos los días sin falta... hasta que ocurrió lo que debía ocurrir: un día me di cuenta de que solo era una pared. Era hermosa, cierto, pero era un sólido inerte. Sí, pasó eso que estaba dibujado en la línea del tiempo: Dejé de ir. Esa pared es lo más, en serio, es muy recomendable pasar a verla, yo la visitaría miles de veces más porque me parece fascinante, pero quizá en otro momento yo esperaba algo ¿qué? ¿un milagro que le regalara voz y la hiciera persona? Quizá... Y quizá en otro universo sí, pero en este está difícil, ella es una pared y yo, hasta donde mis células me lo indican y mis pocos conocimientos de biología me dictan, soy un homínido, "un amasijo hecho de cuerdas y tendones", diría el cantor, y un poco más: como buen ser intrínsecamente social, me nutro del intercambio de ideas y sentimientos, miradas, sonrisas, chistes comunes, amor recíproco. Así que aquel día cuyo recuerdo todavía me sopla ligero sobre mi piel y eriza mis emociones, seguí con la yema de uno de mis dedos una de las líneas de la pared, una que comenzaba justo en su centro, justo donde un gorrión una vez picoteó para comer piedritas, y recorrí todos sus colores y texturas como hace un auto en el rally Dakar entre Chile y Argentina. Me topé con un cuadro y me detuve un rato a la orilla de su marco, subí con mi dedo y brinqué al lienzo, recorrí la pintura que el marco delimitaba, sin querer me ensucié con un poco de tinta fresca, recién colocada, quizá antes de que yo llegara ese día. ¡Una nueva imagen nacía y a mí casi me tocó ver su nacimiento! En fin, mala suerte, de aquella tinta fresca que dilucidaba una naciente figura solo me queda un manchón tenue en mi dedo. Después de esa pausa, seguí delineando con mi dedo... bueno, no, en este punto ya eran cuatro de mis dedos siguiendo el camino de la línea que se prolongaba como si estuviera formada por kilómetros de tinta, absorta en algo que no recuerdo, mirando sin mirar, solo avanzando... ¡caminé tanto! Y, nada, sí, como era de esperarse, de tanto caminar absorta, no me di cuenta del punto en el que se desvaneció la línea y acabé en las calles conocidas del barrio conocido de esta ciudad no tan conocida. Sí, también hay otras cosas lindas por acá, claro, pero por ahora eso no me maravilla. La pared me dejó increíbles bellezas para contar, pero yo seguiré con mi condición de homínido, mirando, compartiendo, platicando, abrazando, sonriendo, y a veces, por qué no, llorando un poco.



¡Ah! !Pero me desvié¡ Todo esto venía a cuento de que se me figuró que un muro y una pared son un tanto parecidos. Quizá un muro es un poco más abstracto, más formal, más seco y serio que una pared, pero tienen algo similar, o al menos eso me pareció en una primera aproximación. ¡Ah!, y, sí, claro, también, en una vida pasada me topé con un muro que me llamó la atención, pero de eso casi ni me acuerdo... ya hace tanto tiempo y tantas cosas.



¡Qué sorpresa darse cuenta hoy de los sinónimos! Y todo por mirar a través de una ventana.