martes, 28 de octubre de 2008

viernes, 24 de octubre de 2008

LA EDUCACION EN MEXICO

Recibi esta informacion vía E-mail, y no se por qué me acordé de algunos alumnos que he tenido, que estudian en la UVM, la UniTec, y TecMilenio,asi como alguno que otro de Bachilleres. (Ya saben, pura escuela de "prestigio")


Así están las cosas en la Educación..

La semana pasada compré un producto que costó $ 158. Le di a la cajera
$200 y busqué en el bolsillo $8.00 para evitar recibir más monedas. La
cajera tomó el dinero y se quedó mirando la máquina registradora,
aparentemente sin saber lo que hacer. Intenté explicarle que ella tenía
que darme $ 50 de cambio, pero ella no se convenció y llamó al gerente
para que la ayudara. Tenía lágrimas en sus ojos mientras que el gerente
intentaba explicarle y ella aparentemente continuaba sin entender.

¿Por qué les estoy contando esto?
Porque me di cuenta de la evolución de la enseñanza de la matemática desde 1950, que fue así:


1. Enseñanza de matemáticas en 1950:


Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100,00. El costo de
producción de ese carro de leña es igual a 4/5 del precio de la venta.
¿Cuál es la ganancia?

2. Enseñanza de matemáticas en 1970:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100,00. El costo de
producción de ese carro de leña es igual al 80% del precio de la venta.
¿Cuál es la ganancia?

3. Enseñanza de matemáticas en 1980:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100,00. El costo de
producción de ese carro de leña es de $ 80,00.
¿Cuál es la ganancia?

4. Enseñanza de matemáticas en 1990:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100,00. El costo de
producción de ese carro de leña es de $ 80,00. Escoja la respuesta
correcta, que indica la ganancia:
( ) $ 20,00 ( ) $40,00 ( ) $60,00 ( ) $80,00 ( ) $100,00


5. Enseñanza de matemáticas en 2000:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100,00. El costo de
producción de ese carro de leña es de $ 80,00. La ganancia es de $ 20,00.
¿Es correcto? ( ) Si ( ) No


6. Enseñanza de matemáticas en 2008:
Un cortador de leña vende un carro de leña por $ 100,00. El costo de
producción de ese carro de leña es de $ 80,00. Si Ud. sabe leer coloque
una X en los $ 20,00 que representan la ganancia.
( ) $ 20,00 ( ) $40,00 ( ) $60,00 ( ) $80,00 ( ) $100,00

¡¡¡No se rían, es en serio!!!

jueves, 23 de octubre de 2008

30 pesotes nomás


Eso fue lo que me costó la entrada a 'Encuentro de Claridades', una obra de teatro en el CCU. Fui sola, y sola escuché todas esas palabras que pensé, que lloré y que viví alguna vez, sola sentí la desesperación infinta de la soledad pasada, sola experimenté el mareo en el oleaje de recuerdos de ella, Carmen, la protagonista; sola sentí el dolor de Andrea, mi amiga, y sola la vi a ella en su solo pasado de su propio dolor y, sola, me enjugué las lágrimas que alguna vez ya me había secado hace meses. Sola salí y caminé frente al nuevo museo sobre la nueva la plaza que me pareció un desierto infinito, ahí, tan grande, tan seca, tan gris, tan muerta, tan plana, tan seria; sentí la oscuridad de la noche empapando mi cuerpo y el frío calador de estos últimos días alaciando mi cabello y abotonando mi chamarra. Sola miré el opaco negro de la noche y, sola, vi en el cielo cuatro estrellas... sí, cuatro fueron las que vi, no más, no menos. Me senté en la helada banca de concreto a esperar el camión para comenzar el camino de vuelta a casa mientras que las miradas de los chicos se detenían en mí como reconociendo que estaba, claro, qué más, sola.

Escuchando Small Blue Thing, recordé varias de las caminatas que he hecho desde que mi madre dejó de llevarme a la escuela al finalizar la primaria sintiéndome libre de vagar a mis anchas por las calles circundantes a las plazas o por aquellas oscuras y solas calles de un nocturno centro histórico. Recordé la única caminata distinta de todas las que hice del metro rumbo a la vocacional en la que, sola, bajo un cielo azul metálico típico del alba, caminaba sobre una singular carpeta de hojas secas, rodeada de una muy tenue neblina, escuchando solo mi respiración y mis pisadas lentas, y recordé cómo pensé en guardar esas imágenes en mi mente, cómo me esforcé por no perder detalle del enrejado vertical a mi derecha, del camellón amplio y las banquetas grises, de los árboles semidesnudos y de las imágenes mates de los edificios detrás de la neblina.

Frotando las manos contra mis muslos para alejar un poco el frío y para recordarme yo estaba ahí conmigo, miré detrás mío y saludé secretamente a los tres árboles esqueléticos que adornan el costado del museo y sonreí al ver el montón de piedras volcánicas ufanamente negras que, como negativos de búlgaros gigantes, nos miraban las espaldas a los que nos congelábamos esperando el camión que no tardó mucho en llegar, subí, dejé la sensibilidad dormida en la banca de espera, me acurruqué en uno de los muchos asientos vacíos y poco a poco fui regresando a mi presente, al circuito universitario, al vendedor de puerquitos de pan del final de la escalera, a la larga fila del pesero, al insoportable ruido de la música a todo volumen de los vendedores de discos, al cancerígeno olor de gasolina dentro de la combi, a las miradas aburridas de los pasajeros propias de un cotidiano día, al tendero de la esquina, a la llave en la cerradura, a la sorisa de los míos, a la cena con la familia, a los ojos de mi perro, a la escalera, a mi mesa, a mi computadora, a mis correos, a aquí... y todo por 30 pesotes.

miércoles, 8 de octubre de 2008

…Y gritó: “¡espurio!”…


…Y gritó: “¡espurio!”…
Al fin se vio la eficacia del aparatoso dispositivo de seguridad y logística que se despliega en los actos públicos del presidente Felipe Calderón: el viernes 3 elementos del Estado Mayor lograron someter a los estudiantes Andrés Gómez y Marco Virgilio Jiménez, que increparon al mandatario durante la entrega del Premio Nacional de la Juventud por lo que consideraron un discurso “hipócrita” y “falso” acerca de la libertad y la democracia. Aunque en términos de seguridad fue un incidente menor, los estudiantes de esta época lograron resquebrajar –a cuatro décadas de la matanza de Tlatelolco– al menos la impunidad verbal.



El estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Sur, Andrés Gómez merecedor del Premio Nacional de La Juventud 2007 a su salida del Ministerio Público donde fuera trasladado luego de increpar al presidente Felipe Calderón durante ceremonia de premiación



Daniel Lizárraga y Gloria Leticia Díaz/ Proceso


MÉXICO, D.F., 4 DE OCTUBRE / Si una de las jornadas más aciagas para el presidente Felipe Calderón fue la del 15 de septiembre –tras el estallido de dos granadas en pleno festejo patrio en el zócalo de Morelia–, el viernes 3 quedará en las crónicas de su sexenio como el día en que un estudiante de 18 años, Andrés Gómez Emilsson, le gritó “¡espurio!” en pleno Palacio Nacional.

Esa mañana Calderón llegó al patio central para encabezar la entrega del Premio Nacional de la Juventud 2007, cuyo inicio estaba programado a las 10:30. Llevaba un traje gris claro y camisa blanca. Sonreía. Fue saludando a los galardonados formados frente al templete: de beso a las mujeres y con un fuerte apretón de mano a los hombres.

Le tocó el turno a Andrés Gómez, que cursa el bachillerato internacional becado en Oslo, Noruega, gracias a su alto rendimiento en matemáticas.

Pelirrojo y vestido con un sencillo traje negro, Andrés le dijo a Calderón: “No, no te puedo saludar”, y enfatizó su negativa cruzando las manos a su espalda. Movía la cabeza y agitaba su larga cabellera. “Está bien, muchacho”, le respondió el presidente y le dio una palmada a la altura de la cadera.

Los militares del EMP, encabezados por el general Jesús Castillo, lo mismo que el equipo de logística, no tuvieron tiempo de actuar en ese momento. De todas formas, el joven no parecía haber llamado mucho la atención y permaneció en el templete, sentado con el resto de los galardonados que esperaban ser llamados uno a uno.

Paciente, Andrés presenció desde la tercera fila el discurso de Isabel Priscila Vera Hernández, directora del Instituto Mexicano de la Juventud y encargada de elaborar la lista de invitados especiales. También escuchó a Eufrosina Cruz Mendoza, quien no pudo ser presidenta municipal de Santa María Quiegolani, Oaxaca, por el delito imperdonable de ser mujer e indígena. También habló la secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota.

Poco después llegó el turno de Felipe Calderón, quien al prometerle todo su apoyo a Eufrosina Cruz decía: “Quien te niega, se niega a reconocer tus derechos, y los de tu gente y los de las mujeres en su comunidad, no puede permanecer impune. Por eso, cuenta con nuestro apoyo, por la dignidad humana, por la de las mujeres indígenas, por la democracia”...

Apenas estaba terminando de pronunciar la última palabra, cuando Andrés Gómez ya estaba de pie, señalándolo con el índice derecho. Su grito resonó en el Palacio: “¡Espurio!”.

El estudiante –hijo del catedrático Luis Gómez, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México– permaneció de pie, mirando fijamente a Calderón. “Lo hice para llamar la atención”, reconoce en la noche, en entrevista con Proceso.

El presidente miró de reojo al muchacho, hizo una breve pausa y continuó con su discurso. A partir de entonces improvisó:

“Nuestro país necesita mexicanos como ustedes, que pueden hablar con toda libertad, expresarse con cualquier tipo de mecanismos pacíficos. Y creo que lo que marca nuestro país, precisamente, a diferencia de lo que ocurría no hace muchos años, hace 40 años, donde por cierto muchos de quienes ahora no reconocen o recriminan al gobierno federal participaban en aquel régimen autoritario. Hace 40 años no había libertad; hoy tenemos libertad, hoy tenemos instituciones democráticas que pueden tener espectáculos como éste”.

Uno de los jóvenes que estaba sentado entre los invitados, Marco Virgilio Jiménez –tesista de la licenciatura en Historia de la UNAM– le gritó también a Calderón: “¿Cuál libertad? ¡No hay libertad!”.

Desde el templete, Andrés Gómez levantaba su brazo derecho y decía: “¡No, no… no es cierto!” Dos elementos del EMP ubicados atrás de él trataban de tranquilizarlo pero lo jaloneaban para retirarlo del estrado. El muchacho se zafaba con manazos y codazos.

Calderón perdió la concentración, se enredó:

“Nuestro país necesita, precisamente, hoy que conmemoramos 40 años, al día de ayer, de la masacre de Tlatelolco que fue, precisamente, uno de los momentos más tristes de la historia del México contemporáneo y, a la vez, de un momento que marcó el inicio de una nueva etapa de lucha democrática para el país”...

Mientras Calderón concluía esta “reflexión”, Marco Virgilio fue sacado en vilo por un grupo de militares. Lo sometieron por la espalda con una llave de judo. A Andrés Gómez unos efectivos del EMP lo seguían jalando del saco para bajarlo del estrado pero no podían porque les estorbaban las sillas. Además, la prensa lo estaba fotografiando sin cesar y frente a donde ocurría el forcejeo estaba sentada la secretaria de Educación Pública.

Calderón continuaba su deshilado discurso sobre el 2 de octubre de 1968. Dijo que México debe fortalecerse para que nunca más vuelva a repetirse hechos tan lamentables. “Hoy México, como se acaba de ver, nuevamente tiene espacios de libertad y tolerancia que entonces hubiesen sido inimaginables; tiene instituciones democráticas sólidas, fundamentadas en la libertad y en la pluralidad de ideas”, agregó abriendo los brazos y con media sonrisa.

Los invitados aplaudieron. En el estrado, Andrés Gómez era custodiado por dos o tres militares. En esos momentos Marco Virgilio ya era interrogado en algún lugar de Palacio Nacional.

“Estoy convencido –agregó Felipe Calderón– que sólo por la vía del diálogo, sólo por la vía de la democracia, sólo por la vía del respeto recíproco, los mexicanos podremos prosperar, que es, precisamente, la construcción de un México distinto y mejor lo que debe unirnos y debe darnos la capacidad de entendernos”...

Cuando terminó el discurso, los ganadores del Premio Nacional de la Juventud fueron invitados a colocarse al frente para una fotografía con el presidente. En el grupo de galardonados faltaba el matemático en ciernes, ya que antes de que pudiera abotonarse el saco el EMP lo bajó del estrado.

El catedrático Luis Gómez comenzó a buscar a su hijo. Le preguntaba a la directora del Instituto Mexicano de la Juventud por el paradero de su hijo, pero ni Isabel Priscila Vera ni el personal de la Presidencia le dieron una respuesta concreta.

“El Estado Mayor se lo llevó, dicen que ahorita me lo van a traer. Ellos están hablando de tolerancia, de respeto a la opinión de los demás, de libertad, y se lo llevan. Me parece aberrante que se lo llevaran para no saliera en la foto. Mi hijo lo único que hizo fue no estar de acuerdo con una declaración del presidente. Es una estupidez que lo hayan sacado del evento”, argumentaba el padre de Andrés.

También los reporteros le preguntaban a Isabel Priscila Vera, que iba con prisa, buscando la salida: “¿Dónde está el muchacho?”. Su respuesta: “¿Me permiten pasar por favor?” Tenía la voz quebrada y las manos temblorosas.

Entre las 11:55 y las 12:45 no hubo pistas sobre el paradero de los muchachos. Corrió el rumor de que ambos jóvenes eran trasladados a la agencia 33 del Ministerio Público, pero no se sabía qué cargos les imputarían.

En los portales electrónicos de algunos diarios ya se reportaba la desaparición de los estudiantes, cuando la Presidencia emitió un comunicado:

“El día de hoy elementos del Estado Mayor Presidencial, en cumplimiento de las obligaciones contenidas en la legislación que regula la organización y funcionamiento de este cuerpo castrense, pusieron a disposición de las autoridades competentes del Distrito Federal a los jóvenes Andrés Leonardo Gómez Emilsson y Marco Virgilio Jiménez Santiago, por la probable realización de conductas que son sancionadas penal o administrativamente por la legislación vigente. La Presidencia de la República anticipó que no formulará cargos contra estos jóvenes.”

El reglamento del EMP sólo se establece que su obligación es garantizar la seguridad del mandatario, pero no especifica cómo debe proceder en estos casos.


***

Cuando Andrés Gómez vio a Marco Virgilio sentado en la habitación del Palacio Nacional, custodiado por la Policía Federal y el EMP al igual que él, le preguntó:

–¿Y tú quién eres? ¿Qué haces aquí?

–Yo fui quien te aplaudió y gritó que en este país no hay libertad.

Marco Virgilio, de 24 años, acudió al acto invitado por las autoridades educativas después de presentar un proyecto para el Concurso Nacional de Ensayo Político Juvenil.

“Ya dijiste lo que querías, y ya te cargó la chingada”, le dijeron los militares mientras lo sometían para sacarlo del patio central del Palacio. Recuerda que le prohibieron hacer llamadas telefónicas y que abiertamente policías y militares discutían si lo llevarían a un cuartel o a las instalaciones de la Policía Federal.

Cuando preguntó de qué lo acusarían, un elemento del EMP le respondió: “Pregúntale a tu pinche conciencia”.

Ya en la habitación donde los aislaron, los dos estudiantes escucharon que un oficial del EMP reprendió a uno de los organizadores del acto por “haber dejado entrar esa gente”. Luego fueron interrogados y fotografiados con teléfonos celulares y cámaras digitales. También les hizo unas fotos “un tipo que llevaba una cámara impresionante, supuestamente era el fotógrafo de Calderón”, recuerda Marco Virgilio.

El acoso acabó cuando los subieron a una patrulla de la policía preventiva. “Incluso los policías simpatizaron con nosotros, celebraron que le hubiera gritado ‘espurio’ a Calderón y que Marco me hubiera apoyado”, dice Andrés en la entrevista telefónica.

Relata que sólo había pensado negarse a saludar a Calderón, como en efecto hizo en dos ocasiones: cuando llegó al Palacio Nacional y cuando recibió el reconocimiento. No obstante, dice, no pudo aguantar callado el discurso “hipócrita” sobre la libertad y la democracia.

Andrés Gómez Emilsson tiene un historial académico destacado, según él “accidentalmente”. Ha sido premiado en olimpiadas nacionales de matemáticas, representó a México en la Olimpiada de Matemáticas de Centroamérica y el Caribe, donde obtuvo la medalla de plata, así como en la Olimpiada de Matemáticas de la Cuenca del Pacífico, donde alcanzó el bronce.

Volvió a obtener bronce en la Primera Olimpiada Internacional Juvenil de Ciencias, en Indonesia, y luego ganó el primer lugar en el concurso Leamos la Ciencia para Todos, del Fondo de Cultura Económica.

De igual forma, obtuvo un reconocimiento por haber obtenido 120 de 128 aciertos posibles en el examen único de bachillerato de la UNAM, y como estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades plantel sur fue becado por la Asociación Mexicana Pro Colegios del Mundo para estudiar en Noruega.

En ese país ganó el quinto lugar de un concurso de matemáticas y se ubicó en séptimo lugar dentro de su materia en la región escandinava.

***

La patrulla de la policía preventiva llevó a los estudiantes al Juzgado Cívico 33, que está a un costado de la estación del metro Pino Suárez. Ya estaba con ellos el padre de Andrés. Les explicaron que estaban en calidad de “presentados por disturbio de ceremonia solemne”, lo que implicaría faltas administrativas y por lo tanto sanciones como arresto o multa.

En tanto, Marco Virgilio recibió muestras de solidaridad de la secretaria general de la Facultad de Filosofía y Letras, Tatiana Sule Fernández, quien le ofreció asesoría jurídica.

Ambos permanecieron 50 minutos en el juzgado. Marco Virgilio dice que él se considera la oveja negra de su familia, que vive en Monterrey y a la que califica de “reaccionaria y panista”.

“No me retracto de nada, asumo las consecuencias. Lo que me incomodó fue el interrogatorio y que tengan todos mis datos. Eso me tiene tenso, que haya represalias a mediano o largo plazo”, comenta.

Por su parte, Andrés Gómez sostiene que fue congruente con sus convicciones: “Estoy inconforme con este presidente y con el anterior (Vicente Fox); era el colmo que hablara de valores democráticos cuando hizo fraude en 2006, y eso no es una opinión, es un análisis de datos”.

Explica que al término de la jornada electoral del 2 de julio de 2006 realizó un análisis estadístico de la información difundida por el Programa de Resultados Electorales Preliminares durante varios meses, y llegó a la conclusión de que hubo un fraude electoral.

Se define como un “ciudadano del mundo” y “no como un ferviente promotor de un partido político, pero sí de la democracia”. Por eso considera que es una “gran paradoja hipócrita” el hecho de que, después de que Calderón se refiriera al 2 de octubre de 1968, militares del EMP lo detuvieran y lo sacaran de la premiación.

Al quedar libres, Andrés Gómez y su familia se dirigieron al hotel Fiesta Americana, donde se alojaron los galardonados. Algunos de sus compañeros lo felicitaron e incluso le pidieron autógrafos.

Nacido el 23 de septiembre de 1990 en la Ciudad de México, Andrés dijo que Salvador Martínez della Rocca, amigo de su padre, lo comunicó con el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard.

“Marcelo estaba encantado y agradecidísimo de que se lo comunicara”, relata Martínez della Rocca, diputado de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), quien recuerda que él llamaba a Andrés El Ciclón cuando tenía cinco años, porque desde entonces expresaba una curiosidad intelectual destacada.

“Este muchacho nos reivindicó a nosotros, a la generación del 68, reivindicó a nuestros hijos y a nuestros nietos”, dice el exdirigente estudiantil, que piensa llevar a la tribuna de la ALDF una denuncia pública por la detención ilegal de los dos jóvenes.

Luis Gómez Sánchez, quien fuera asesor de Martínez Della Rocca en la LVI Legislatura federal, señala que aunque la privación ilegal de la libertad de la que su hijo fue víctima amerita una denuncia penal, no la presentará.

“Considero que no haber formulado cargos es una disculpa, que acepto, aunque no admito que se le haya detenido ilegalmente. No haremos más, porque generó una bola de nieve, una reacción que expresa la polarización de este país: por un lado quienes apoyan a Andrés y otros que lo denuestan”.

Como hombre de izquierda, dice el catedrático, “respeto a mi hijo, yo no sé si hubiera sido capaz de hacer lo que hizo, porque junto a mí había padres que reprobaban en voz baja lo que decía Calderón, pero sólo Andrés se atrevió a gritar lo que pensaba”.